Un samurai tenía en su casa un ratón del que no llegaba a desembarazarse. Entonces adquirió un magnifico gato, robusto y valiente. Pero el ratón, más rápido, se burlaba de el. Entonces el samurai tomo otro gato, malicioso y astuto. Pero el ratón desconfió de el y no daba señales de vida mas que cuando este dormía. Un monje Zen del templo vecino presto entonces al samurai su gato: este tenía un aspecto mediocre, dormía todo el tiempo, indiferente a lo que le rodeaba. El samurai encogió los hombros, pero el monje insistió para que lo dejara en su casa. El gato se pasa el día durmiendo, y muy pronto, el ratón se envalentono de nuevo: pasaba y volvía a pasar por delante del gato, visiblemente indiferente. Pero un día, súbitamente, de un solo zarpazo, el gato lo atrapo y lo mató. ¡Poder del cuerpo, habilidad de la técnica no son nada sin la vigilancia del espíritu!
Mi reflexión:
Todos nosotros tenemos nuestra cualidad especial para ofrecer a los demás, y también a este mundo. No debemos depreciar a otro mucho menos a nosotros mismos. Valorar lo que tenemos, aplicar lo que aprendimos, dedicar nuestro corazón, bondad, atención y espiritualidad en hacer una obra, una tarea, el mundo se hará mejor mundo por nuestro cambio positivo. Nuestra actitud renovada también convoca el cambio de muchas personas. No vale la pena pelear o caer en discusiones con la gente, ser bondadoso nos hará hermosos y sabios, apreciar la oportunidad de poder estar juntos con alguien, el aprecio nos ayuda a aprender de las cosas invisibles que los demás no ven. Dele oportunidad a otros es abrir nuestro portal de evolución...
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